El 12 agosto
2015
Querido
Fidel,
Siendo Cuba
mi segunda patria, que me acogió con los brazos abiertos cuando era perseguida
en Chile por estar luchando por construir una sociedad humanista y solidaria
que ponía en cuestión los intereses de las élites dominantes, y siendo tú el
inspirador inicial de esos combates, he sentido la necesidad de mandarte este
mensaje en el momento en que vas a empezar a recorrer tus 90 años de vida.
Me excuso
por tratar de ver tú, pero me eres tan cercano que he sentido la necesidad de
hacerlo.
Pienso que
al iniciar un año más de tu vida, debes sentirte feliz y realizado porque, con
tu ejemplo de dignidad, resistencia y solidaridad, has servido de aliento e
inspiración de todos los que en Nuestra América y en el mundo luchan por un
mundo mejor.
Nadie como
tú luchó por la unidad de las fuerzas revolucionarias y del pueblo,
transformando esta unidad en el pilar de tu estrategia política antes y después
de la victoria. Tomando en cuenta la realidad político-ideológica de Cuba,
preferiste evitar las discusiones teóricas para centrar tu energía en la
aplicación de una estrategia correcta porque estabas convencido de que, en ese
contexto, sería la práctica la que lograría resolver con menos desgaste interno
las diferencias ideológicas y políticas de los distintos grupos
revolucionarios. Y así fue.
Quisiera
reproducir aquí las cosas que tú dijiste sobre este tema en distintos momentos
de la lucha y que fueron recogidos por mí en un pequeño libro titulado: La
estrategia política de Fidel. Del Moncada a la victoria[1] escrito
en 1985, hace ya 30 años, publicado en Cuba por Ciencias Sociales y reproducido
en muchos países de América Latina y Estados Unidos.
Pienso que
te sentirás feliz al recordar estas ideas que expusiste hace muchos años pero
que tienen una actualidad extraordinaria en la situación actual de nuestros
países. Y ese será mi mejor regalo, y será un regalo compartido, como todo lo
tuyo, porque haré circular este mensaje a través de diferentes redes para que
ojalá contribuya de alguna manera a construir esa unidad que es tan necesaria
para que podamos concentrar todos nuestros esfuerzos contra quienes impiden el
avance de nuestros pueblos.
Paso entonces
a citar lo que entonces escribí.
Criterios acerca de la unidad de las fuerzas
revolucionarias En relación a la conformación de la unidad de las fuerzas revolucionarias
Fidel proporciona algunos criterios de gran interés en una conversación con estudiantes
chilenos en 197l: “Lo ideal en política es la unidad de criterios, la unidad de
doctrina, la unidad de fuerzas, la unidad de mando como en una guerra. Porque
una revolución es eso: es como una guerra. Es difícil concebir la batalla
cuando se está en el medio de la batalla con diez mandos diferentes, diez
criterios diferentes, diez doctrinas militares diferentes y diez tácticas. Lo
ideal es la unidad. Ahora, eso es lo ideal. Otra cosa es lo real. Y creo que
cada país tiene que acostumbrarse a ir librando su batalla en las condiciones
en que se encuentre. ¿No puede haber una unidad total? Bueno, vamos a buscar la
unidad en este criterio, en este otro y en este otro. Hay que buscar la unidad
de objetivos, unidad en determinadas cuestiones. Puesto que no se puede lograr
el ideal de una unidad absoluta en todo, ponerse de acuerdo en una serie de
objetivos. “El mando único —si se quiere—, el estado mayor único, es lo ideal,
pero no es lo real. Y por lo tanto, habrá que adaptarse a la necesidad de
trabajar con lo que hay, con lo real.” [2]
En relación al proceso de unificación de las fuerzas revolucionarias
podemos extraer tres grandes lecciones de la experiencia cubana:
La primera , expresada ya en las palabras de Fidel anteriormente
citadas: es necesario que los dirigentes revolucionarios tengan como
preocupación central avanzar en el proceso de unidad de las fuerzas
revolucionarias y para ello no hay que partir de las metas máximas
sino de las metas mínimas. Un ejemplo de ello es el Pacto de México entre
el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario.
La segunda: lo que más ayuda a la unificación de las fuerzas
revolucionarias es la puesta en práctica de una estrategia que demuestre ser
la más correcta en la lucha contra el enemigo principal. Si produce frutos
satisfactorios, se irán plegando a ella durante la lucha, en el momento del
triunfo o en los meses o años posteriores, el resto de las fuerzas
verdaderamente revolucionarias. Si la unidad a todo nivel se gesta
prematuramente, antes de que estén suficientemente maduras todas las
condiciones para ello, lo que puede ocurrir es que, o se llegue a conformar una
unidad puramente formal que tiende a caer hecha trizas ante el primer obstáculo
que aparezca en el camino, o puede producir la inhibición de estrategias
correctas representadas por grupos minoritarios que, en pro de la unidad, se
deciden a renunciar a ellas para someterse al criterio de la mayoría, con las
consecuencias negativas que ello tendrá para el proceso revolucionario en su
conjunto.
Y, tercero, algo muy importante para lograr la unidad perdurable de las
fuerzas revolucionarias —y de lo que Fidel fue siempre el máximo promotor—, valorar
en forma correcta el aporte de todas las fuerzas revolucionarias sin fijar
cuotas de poder ni en relación a su grado de participación en el triunfo de la
revolución, ni en relación a la cantidad de militantes que tenga cada
organización. Es decir, establecer la igualdad de derechos de todos los
participantes, combatiendo cualquier “complejo de superioridad” que pudiese
presentarse en alguna de las organizaciones que conforman la unidad. Los más
ricos aportes de Fidel sobre este tema se producen en su lucha contra el
sectarismo, especialmente en el llamado primer proceso a Escalante, en marzo de
1962, cuando Aníbal Escalante, secretario de organización de las ORI —primer
esfuerzo por institucionalizar la unidad de las fuerzas revolucionarias después
del triunfo de la revolución— empieza a copar todos los puestos y funciones con
“viejos militantes marxistas”, lo que en Cuba no quería decir otra cosa que ser
militante del PSP, único partido marxista antes de la revolución. En lugar de
promoverse una organización libre de revolucionarios se estaba creando una
“coyunda”, una “camisa de fuerzas”, un “yugo”, “un ejército de revolucionarios
domesticados y amaestrados”. Fidel insiste, en ese momento, en que es necesario
combatir tanto el sectarismo “de la Sierra” como el sectarismo “de los viejos
militantes comunistas marxistas”. Y al respecto sostiene: “La revolución está
por encima de todo lo que habíamos hecho cada uno de nosotros: está por encima
y es más importante que cada una de las organizaciones que había aquí,
Veintiséis, Partido Socialista Popular, Directorio, todo. La revolución en sí
misma es mucho más importante que todo eso. “¿Qué es la revolución? La
revolución es un gran tronco que tiene sus raíces. Esas raíces, partiendo de
diferentes puntos, se unieron en un tronco; el tronco empieza a crecer. Las
raíces tienen importancia, pero lo que crece es el tronco de un gran árbol, de
un árbol muy alto, cuyas raíces vinieron y se juntaron en el tronco. El tronco
es todo lo que hemos hecho juntos ya, desde que nos juntamos; el tronco que
crece es todo lo que nos falta por hacer y seguiremos haciendo juntos. [...]
“Lo importante no es lo que hayamos hecho cada uno separado, compañeros; lo
importante es lo que vamos a hacer juntos, lo que hace rato ya estamos haciendo
juntos: y lo que estamos haciendo juntos nos interesa a todos, compañeros, por
igual [...]” [3]
Ese mismo día dirá en otro discurso refiriéndose a su caso personal: “Yo
también pertenecí a una organización. Pero las glorias de esa organización son
las glorias de Cuba, son las glorias del pueblo, son las glorias de todos. Y yo
un día —agrega— dejé de pertenecer a aquella organización. ¿Qué día fue? El día
[en] que nosotros habíamos hecho una revolución más grande que nuestra
organización; el día en que nosotros teníamos un pueblo, un movimiento mucho
más grande que nuestra organización; hacia el final de la guerra, cuando
teníamos ya un ejército victorioso que habría de ser el ejército de la
revolución y de todo el pueblo; al triunfo, cuando el pueblo entero se sumó y
mostró su apoyo, su simpatía, su fuerza. Y al marchar a través de pueblos y ciudades,
vi muchos hombres y muchas mujeres; cientos, miles de hombres y mujeres tenían
sus uniformes rojo y negro del Movimiento 26 de Julio; pero más y más miles
tenían uniformes que no eran rojos ni negros, sino camisas de trabajadores y de
campesinos y de hombres humildes del pueblo. Y desde aquel día, sinceramente,
en lo más profundo de mi corazón me pasé, de aquel movimiento al que queríamos,
bajo cuyas banderas lucharon los compañeros, me pasé al pueblo; pertenecí al
pueblo, a la revolución, porque realmente habíamos hecho algo superior a
nosotros mismos.” [4]
Deseándote
muchos años más de vida y de aportes a nuestras luchas se despide de ti esta
chilena, cubana, venezolana, latinoamericana, enviándote un abrazo lleno de
sueños y esperanzas.
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