LA
Por
Juan Bolívar Díaz.
SANTO
DOMINGO, República Dominicana.-La renovada oleada de críticas y condenas
internacionales al país no cuestionan el derecho a regular la masiva
inmigración haitiana, sino que siguen referidas a la sentencia del Tribunal
Constitucional que privó de la nacionalidad a decenas de miles de personas, y a
los temores de que puedan ser deportadas.
Asumiendo
esa realidad la estrategia comunicativa del gobierno debe privilegiar la
información de que por fin se dispuso la validación de las actas de nacimiento
de 55 mil descendientes de haitianos nacidos en el país y que ninguno, aún los
que no habían sido registrados, será deportado del territorio nacional.
Gran
oleada de críticas
Al
vencerse al plazo para que los inmigrantes indocumentados se acogieran al Plan
Nacional de Regularización de Inmigrantes (PNRE) se desató la más alta oleada
de críticas desde la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional de septiembre
del 2013 que privó de la nacionalidad dominicana a miles de descendientes de
haitianos nacidos en el país en ocho décadas, lo que ha obtenido el rechazo
casi unánime de la comunidad internacional.
Periódicos
tan importantes como The New York Times y Washington Post en Estados Unidos y
El País de Madrid y cadenas de televisión como CNN, Univisión, BBC-Mundo o Al
Jazzira, y múltiples canales locales de Estados Unidos y Canadá recogieron las
incidencias de los atropellados e inhumanos registros de los extranjeros al
final del plazo oficial y de la huida hacia Haití de algunos miles que
preferían salir por voluntad propia llevándose sus pertenencias, a ser
deportados perdiéndolo todo. El Washington Post publicó reportajes toda esta
semana, uno con foto a 4 columnas en primera página edición impresa.
Decenas
de periodistas de múltiples nacionalidades y representantes de organismos como
Amnistía Internacional llegaron al país atraídos por innumerables anuncios de
funcionarios de que al concluir el plazo de inscripción de los extranjeros se
iniciarían las deportaciones de quienes no se registraran. La atropellada afluencia
de multitudes de hombres, mujeres y niños en los últimos días, cuando se
flexibilizó la inscripción, durmiendo a la intemperie y contenidos por guardias
armados, terminaron por atraer la atención informativa mundial. Aquí se montó
el espectáculo televisivo del mes a nivel internacional, con imágenes
degradantes de la condición humana, incluyendo a los canales nacionales.
Hasta
el Papa Francisco
Es
significativo que las advertencias y temores que se expresaron en artículos y
editoriales de los periódicos y en declaraciones de organismos internacionales,
como la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la unión de
estados caribeños Caricom o de Amnistía Internacional, tenían en común la
preocupación de que pudieran ser convertidos en apátridas miles de
dominico-haitianos desnacionalizados o que nunca fueron inscritos en el
registro civil.
Las
expresiones del alcalde de Nueva York, donde no hubo un llamado a boicotear el
turismo dominicano como se ha dicho, y las recriminaciones del alcalde de
Montreal, que dispararon la alarma nacional, tampoco rechazaban el derecho a
regular la inmigración al territorio dominicano, sino a la desnacionalización,
tema que movilizó marchas y debates académicos en Nueva York y Miami.
De
repente resurgió con más fuerza la oleada de críticas que recibió el país a
finales del 2013 y el año pasado por la anulación de registros civiles
retroactiva al 1929.
La
reacción del gobierno y de la opinión pública nacional se ha fundado en un
pretendido interés internacional por dañar la imagen del país, restando
legitimidad hasta a las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, y tratando de ignorar voces tan insospechadas como la del Papa
Francisco, quien casi recriminó a los obispos dominicanos cuando le visitaron
en Roma el 28 de mayo pasado, al decirles que “la atención pastoral y
caritativa de los inmigrantes, sobre todo a los provenientes de la vecina
Haití, que buscan mejores condiciones de vida en territorio dominicano, no
admite la indiferencia de los pastores de la Iglesia”.
El Papa
se refirió al conflicto por los desnacionalizados al exhortar a los obispos a
“seguir colaborando con las autoridades civiles para alcanzar soluciones
solidarias a los problemas de quienes son privados de documentos o se les niega
sus derechos básicos”.
Improvisada
ofensiva
Preocupado
por la fuerte oleada de críticas y temiendo que pudiera llegar a afectar la
economía nacional, cuando se difundió sin base objetiva que, como represalia,
Haití había suspendido la importación de 35 productos nacionales, el gobierno
lanzó una improvisada ofensiva internacional, que abarcaría a las principales
ciudades de Estados Unidos, a la Unión Europea, América Central y reuniones de
la OEA, SICA y Naciones Unidas y con los diplomáticos acreditados en el país y
en Puerto Príncipe.
La
estrategia gubernamental se basa en los avances logrados en el PNRE, sobre todo
cuando en los últimos días liberalizó los requisitos, aceptando inscripciones
hasta completar 288 mil, aunque apenas 4 mil 308 habían logrado completar los
minuciosos requisitos, muchos de ellos difíciles de alcanzar para una población
pobre y marginal.
Las
autoridades decidieron otorgar estatus provisional de uno a dos años para que
quienes llegaron a inscribirse puedan completar los requerimientos. anunciaron
que darán oportunidad de concluir la regularización a unos 20-25 mil haitianos
pendientes de recibir la documentación que han solicitado a su embajada en
Santo Domingo, y estatus de inmigrantes definitivos a 2 mil 835 pensionados
tras décadas de trabajo en el antiguo Consejo Estatal del Azúcar. En otro gesto
de buena voluntad se acordó otorgar visas gratis a 7 mil 986 haitianos que
estudian en universidades dominicanas.
Un
hecho que pudo ser positivo, como el regreso voluntario a Haití de más de 17
mil migrantes, tuvo efectos negativos por las caravanas y las declaraciones de
muchos que parecían huir de una inminente batida que los dejaría sin sus
ajuares. Muy pocos aceptaron viajar en autobuses del gobierno, porque no incluía
el transporte de sus bienes.
Los 55
mil restituidos
El
pecado original que ha manchado el legítimo esfuerzo por regularizar los
inmigrantes para establecer controles, fue haberlo emprendido después de la
desnacionalización rechazada por más de la mitad de los dominicanos, según las
encuestas y unánimemente en el exterior. En vez de haberse reglamentado e
implementado el plan de regularización de los inmigrantes dispuesto por la ley
de Migración del 2004, pasaron diez años de persecución de sus descendientes
nacidos en el país.
En mayo
del año pasado la ley 169-14 dispuso restituir la nacionalidad a quienes fueron
privados de ella por la sentencia 168-13, pero costó 13 meses implementarla. La
Junta Central Electoral, que había iniciado en el 2007 la negación de la
documentación de los descendientes de haitianos ignoró el mandato de la ley
hasta concluir un inventario del registro civil dispuesto por la sentencia del
Tribunal Constitucional.
Coincidiendo
con el final del plazo para la regularización fue que la JCE dispuso que las
165 oficialías del Estado Civil validen las actas de nacimiento de 55 mil
personas a quienes se les tenían suspendidas, publicando los listados el
viernes 26. También se ordenó restituir las cédulas de identidad, con sus
mismos números, a quienes se les había cancelado. Eso a su vez permitirá a esa
población declarar a sus hijos como dominicanos, lo que ya hizo con sus cuatro
hijos Juliana Deguís, la dominicano-haitiana por la que el Tribunal
Constitucional dictó su sentencia 168-13.
Revisar
la estrategia oficial
La
estrategia gubernamental debería centrarse en difundir internacionalmente la
decisión de devolver la ciudadanía a esas 55 mil personas y sus descendientes,
lo que mejoraría radicalmente el clima para proseguir la regularización de los
inmigrantes, especialmente en el ámbito internacional, incluyendo a Haití.
Sería
fundamental restringir los requisitos a los fundamentales, como la identidad, y
las certificaciones de buena conducta, de empleo y vivienda, así como del
arraigo y de haber ingresado al país antes del 2011, como establece el decreto.
Eso debería presión para que los empleadores otorguen los certificados de
empleos.
Ayudaría
mucho un esfuerzo por combatir el tráfico de turnos y el picoteo que ha
encarecido el proceso, al grado que el promedio de gastos de los que han
tratado de cumplir los requerimientos, ronda los 10 mil pesos, según abogados y
dirigentes sociales que les han dado asistencia.
Lo de
más sería mantener firme la voluntad y el compromiso de no deportar, ni por
error, a ninguno de los nacidos en el país. Demasiado pesada sería de por sí la
repatriación de más de 200 mil extranjeros, incluidos los llegados en los tres
últimos años después de la encuesta que para el 2012 los estimó en 458 mil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario