Rosario Espinal
Por
décadas, funcionarios civiles y militares del gobierno dominicano en alianza
con los sectores empresariales más explotadores del país, y sus voceros en los
medios de comunicación, han propagado tres falacias sobre la migración haitiana
y el estatus de los inmigrantes y sus descendientes en República Dominicana.
La
sentencia del Tribunal Constitucional 168/13 del 23 de septiembre 2013 ha
reavivado el debate, y de nuevo resuenan estas falacias.
Primera falacia: las ONG con financiamiento internacional son las culpables de la invasión de haitianos y sus reclamos.
No es así. La migración haitiana precede la existencia de las
ONG en República Dominicana. En 1937, cuando Trujillo mató a miles de haitianos
en la frontera, mientras simultáneamente arremetía contra los dominicanos
disidentes en el resto del país, no había ONG y los haitianos ya estaban
presentes.
Que quede claro: la migración haitiana no ha sido promovida por
las ONG, sino por los gobiernos dominicanos para suplir mano de obra barata a
los empresarios y al propio gobierno; primero en el sector azucarero y luego en
diversos renglones. La irresponsabilidad gubernamental ha creado el desorden
migratorio que ahora es difícil resolver.
Segunda falacia: el Estado Dominicano es soberano, y por tanto,
puede decidir lo que considere pertinente en materia migratoria.
No es exactamente así. El Estado Dominicano es soberano, pero la
soberanía no significa que un Estado pueda hacer lo que le plazca con los seres
humanos. En el mundo democrático cada Estado está sometido a un orden jurídico
nacional e internacional. Si yerra en la formulación de leyes o en su
aplicación, tiene que ser cuestionado y rectificar. De no ser así, entonces el
mundo estaría constantemente inmerso en guerras civiles o internacionales.
El nacionalismo xenófobo es una estrategia política comúnmente utilizada por
los gobiernos que se posicionan al margen de las leyes. Buscan así concitar el
apoyo de la población que acríticamente asume como buena y válida las políticas
discriminatorias contra algunos grupos.
Que quede claro: la virulenta explotación de la mano de obra y
el nacionalismo xenófobo han sido los dos principales obstáculos para detener
la migración ilegal haitiana y solucionar adecuadamente la situación del
estatus de los descendientes de haitianos nacidos y criados en República
Dominicana.
Tercera falacia: para ejercer su soberanía, República Dominicana debe apartarse
de las instancias internacionales que cuestionan sus decisiones.
Veamos. El gobierno dominicano puede retirarse de cualquier
instancia internacional: de Naciones Unidas, de la Organización de Estados
Americanos, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y su Corte, de la
Organización Internacional del Comercio, etc. Puede romper relaciones con los
países que supuestamente quieren imponerse en materia migratoria como Estados
Unidos, Francia y Canadá, y puede romper relaciones con Haití.
Y entonces, ¿qué será de República Dominicana? ¿Dónde exportará sus productos?
¿Qué turistas vendrán? ¿Cuán seguros estarán los dominicanos de que sus
derechos serán protegidos si los de otros fueron vulnerados?
¡Adelante señores nacionalistas! Rompan relaciones con todos los organismos
internacionales y con todos los países que supuestamente complotan contra la
nacionalidad dominicana y su soberanía. Si así sucediera, hasta muchos
dominicanos de pura cepa (si los hay) saldrán huyendo del país.
Los jueces del Tribunal Constitucional pueden disfrazarse con
togas imponentes para emitir sentencias. Leonel Fernández puede propagar por el
mundo que los descendientes de haitianos han vivido auto-engañados. Danilo
Medina puede prometer consultar con otros poderes. Muchos pueden decir que la
sentencia es la “solución definitiva” al problema (la nueva falacia). Pero nada
de eso podrá encubrir los yerros de la Sentencia TC168/13 y sus efectos legales
y sociales nocivos para el país.
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